Para el espectador de ocasión, ese que volverá a sintonizar un partido de Los Pumas dentro de cuatro años, será difícil resistirse a la tentación de caer en el razonamiento más básico: si terminaron perdiendo los últimos dos partidos, y en ambas oportunidades de manera inobjetable, entonces quiere decir que su Mundial no fue tan bueno como se decía.
Lógicamente, se trataría de una conclusión tan simple y superficial como la de quien reduce el fútbol a 22 tipos corriendo detrás de una pelota. No, entre eso y la realidad hay un trecho largo de análisis y contexto.
Primero y principal, se debe tener presente que Argentina no perdió con cualquiera: sus tres derrotas en la Copa fueron precisamente a manos de las tres potencias del Hemisferio Sur, sus “maestros” en esta escuela de rugby dinámico y ofensivo que fue el Championship. El triunfo de Los Pumas en Durban en junio de este año fue histórico, pero no cambia el orden establecido: los Boks siguen siendo mejores, y por eso ayer se quedaron con la medalla de bronce al imponerse 24-13.
También hay que tener en cuenta el desgaste. A estas alturas el dolor corporal no distingue banderas, pero Sudáfrica no debió batallar con Nueva Zelanda tan ferozmente como sí le tocó hacerlo al equipo argentino con Australia, y dispuso además de un día más de descanso, lo que no es mero detalle en un deporte de contacto.
En consecuencia, los de verde llegaron mucho más enteros que los dirigidos de Daniel Hourcade, golpeados por bajas fundamentales como la del capitán, Agustín Creevy, la del crack, Juan Martín Hernández; la del tryman, Juan Imhoff, o la de su referente en el scrum, Marcos Ayerza.
El de ayer fue sin dudas el partido más flojo de Los Pumas en el Mundial. Nunca le encontraron la vuelta a un rival que, inteligentemente, priorizó el orden defensivo a la disputa de los rucks, y que ganó claramente en el contacto.
A los cinco minutos, JP Pietersen se escapó por la punta derecha y asestó el primer golpe. Argentina intentó devolver con las manos, pero los Boks respondieron con el pie, tirando kicks a la espalda de los del fondo que no terminaron en try de Bryan Habana de milagro.
Los Pumas trataron de jugar rápido para evitar el contacto de frente, el que más le gusta a Sudáfrica, pero sus infracciones fueron capitalizadas por el botín de Handré Pollard en envíos a la H. Y así, por primera vez en el certamen, los de Hourcade se fueron al descanso con cero puntos.
La segunda mitad sólo sirvió para que Nicolás Sánchez aumentara su cosecha, para que Eben Etzebeth estirara la brecha con un nuevo try, para despedir a leyendas como Fernández Lobbe y Matfield, y para que Los Pumas se despidieran dejando el pellejo en busca del try del honor. Lo lograron, en el último segundo y con las últimas fuerzas. Se lo merecían. Una vez más, dejaron todo.